martes, 21 de septiembre de 2010

EL DIOS DE LA LIBERTAD - "Abrazo al Mundo" - Mons.+++ Sebastián Camacho


El Dios de la Libertad

Te prometo una vela; te prometo ir caminando
al santuario del monte; te prometo esto… si vos me...
y aquí va el negocio con Dios o los santos.
Es muy común encontrar las promesas
formuladas con fe, pero en clave de pago,
y esto no se condice con una concepción amorosa,
de Padre pródigo a contemplar las necesidades de sus hijos.

Nuestro Dios no es un Dios de la antigüedad,
que se complace en las ofrendas como pago
y en el sufrimiento de sus fieles como gratitud.
Nuestro Dios es Amor, y esta realidad
echa por tierra cualquier concepción precristiana,
que se encuentra, en forma subliminal,
en el colectivo de creyentes de nuestro tiempo.

El Dios de Jesús, no es el que se complace
con la humillación de sus siervo; más aún,
no posee siervos, sino hijos amados, y desea
que regresen libremente a su corazón,
para abrazarlos por la eternidad.

Este Dios no necesita de velas, ni cuenta
cuántos Padre Nuestros han rezado. La mezquindad
y economía de mercado, no vienen del Señor del Cielo:
son frutos de la finititud humana
y de la aprehensión del mundo físico.

El Dios en el que creemos, no castiga,
ni condena cual emperador déspota
que impone sus órdenes;
nuestro Padre nos ha dado la libertad,
para que optáramos por Él,
y encontráramos en esa opción
el camino de nuestra propia completitud, en la felicidad.

La libertad es la condición indispensable
para que brote el Amor Verdadero.
Sin libertad, no es posible que Dios
se haga presente, que esa presencia rompa los grilletes
de esclavitudes más escondidas y profundas del ser humano.
No podemos amar forzados, amenazados, violentados.
El amor es natural de la libertad, y por ende,
de la opción que este significa. El Amor es una opción
frente a la Vida, es una cosmovisión
que debe regir nuestros caminos y nuestros postulados
en todas las áreas de nuestra existencia.

Como es una opción, que nos da una visión,
y una visión que nos impulsa a realizar una opción,
estas deben estar basadas en la más absoluta libertad,
interna y externa.

Cuando me refiero a estas dos libertades,
quiero referirme a la más profunda de ellas,
y, por consiguiente, la que debemos buscar,
propiciar con más prioridad en la vida humana:
la Libertad Interna, que es el estado de ser genuinamente
hacedor de mi ser y destino, sin las implantación
de bitácoras inconscientes,
que me hacen creer que manejo mi vida,
pero en realidad, ella va manejada por el “piloto automático”,
programado por otros.

Para reconocer esta opresión tan sutil,
que no es captada por nuestra razón más objetiva y observante,
debemos rastrearla con profundidad para hacerla salir a la luz,
y responder con beligerancia ante esta realidad,
emergente de nuestro interior profundo.

Despojarnos de estos opresores internalizados
es el objetivo máximo de todo Abracista: ser forjadores
de esta libertad primordial. Esto hace que la ausencia
de la libertad exterior, no perjudique la esencia misma del ser,
si existe la primera.

En el Amor, hay libertad y no se puede amar, si no se es libre.
Por esta razón, Dios no condiciona al ser Humano
para que lo ame, ni con amenazas de castigo,
ni caprichosos actos de adoración;
este Dios Vivo no se vende por acciones de pagarés
llamados promesas; solo escucha amorosamente a los hijos
que se acercan a Él con familiaridad y confianza,
y despliega su brazo poderoso, para protegerlos
de todo mal que les quiera quitar lo esencial:
¡la Felicidad en la Libertad!


Montevideo - 2009



© Sebastián Camacho Bentancur