martes, 21 de septiembre de 2010

FUNDAMENTO FILOSÓFICO Y ANTROPOLÓGICO - "ABRAZO AL MUNDO" -Mons.CAMACHO


FUNDAMENTO FILOSÓFICO Y ANTROPOLÓGICO
de la
Iglesia Católica Apostólica Antigua del Río de la Plata

La acción pastoral y misionera de la Iglesia se basa en la tradición del Humanismo Crítico-Ético, que impulsada originariamente por las corrientes liberadoras en el pensamiento judeo cristiano, es una perspectiva de reflexión
y de acción, en la que el principio de subjetividad se va cristalizando como eje
fundamental, en el sentido de foco de rebelión y resistencia. Se trata de la tradición filosófica que se funda como explicitación progresiva de la humanitas, en tanto, proceso de formación de la existencia humana como subjetividad participativa y valorante, entendida por esta al ordenamiento comunitario. Mediante este ordenamiento, la existencia humana se va calificando como un sí mismo, justo por ser en su propia subjetividad o conciencia (de sí) una existencia que se sabe como siendo ya en relación con otro o, más exactamente, que es conciencia (de sí), como conciencia de y entre otros. Por esta razón, su subjetividad es subjetividad "interesada" (inter-esse) en y por el otro: el interés ontológico de cada sujeto en el otro implica esencialmente la dimensión ética de "cuidar " su ser y velar por sus derechos, cuya realización cualifica a cada sujeto
como "guardián de la finitud del Otro".
Se define la subjetividad en términos de rebelión y resistencia; en esto, se quiere resaltar el momento de fundación ética originaria como existencia libre y solidaria con el destino del otro. Esta afirmación subjetiva, o lo que es lo mismo, esa capacidad de autodeterminación y auto- estimación son las que llevan a poner la humanitas como límite y/o la frontera, que no podrán ser trasgredidos
en ninguna persona humana, como tampoco violados por ninguna persona, ni por ninguna práctica social, ni sistema político-económico.
La rebelión y/o la resistencia implica así el reconocimiento de la humanitas como valor último, que debe ser realizado en y por cada uno.
Este concepto de sujeto y subjetividad está lejos del que impone Descartes, sujeto que ensayara el experimento de convertir el "mundo" en su imperio, de someter la realidad a su dominio y hacer de ella, así, un objeto de su posesión. Este concepto de "subjetividad" y "sujeto" desde Descartes, viene unido al "yo",
que se equipara además con el "ego" como núcleo de identidad Individual e individualista. Algunas críticas postmodernas han hecho ver con toda claridad que ese concepto moderno del sujeto no es solo una ilusión, sino también una construcción de fatales secuencias totalitarias; y que, por eso mismo, haríamos bien en liberarnos del concepto de "hombre" o de "humanismo", que se ha consolidado con dicha construcción. Es un humanismo ("ego - céntrico") dinamizado justo por el terrorismo teórico-práctico, de un "hombre" dispuesto a
realizarse o, mejor dicho, a recrearse como Representador, Poseedor y Fundamentador de sí mismo y de la realidad como tal. Esto lleva a consolidar una relación metafísica del hombre consigo mismo y con el mundo, desde el prisma del sujeto, como instancia de justificación y de auto-justificación (Heidegger).
Enrique Dussel y Franz J. Hinkelammert, plantean el "regreso" al sujeto viviente, a la subjetividad del ser humano viviente, como horizonte filosófico para una crítica radical a la globalización y también como "principio" de un actuar humano correctivo de su curso. Este regreso al sujeto no es regreso a un concepto metafísico ni a una construcción ideológica; sino recuperación de un principio de vida desde la memoria de liberación de las víctimas.
Lo central de esta postura es la subjetividad solidaria y comunitaria, donde cada uno se hace sujeto mediante, y solo mediante, la práctica de la justicia. Sujeto no es el auto-justificado, sino el justo. El proceso de formación vital-existencial del sujeto no se configura por la idea (“pasión inútil”, según Sartre) de la auto -justificación individual, sino a través de la opción ética por la lucha en favor de la justicia.
El Principio de Subjetividad invierte así la versión moderna dominante del sujeto como centro de dominio y posesión del mundo, porque asume la muerte de esta formación (traumática y patológica) del hombre, y la consiguiente desaparición de ese sustituto de Dios, como condición para que el hombre cultive la humanitas con una praxis decidida de la justicia. A un nivel más concreto, esta inversión se expresa como superación del paradigma de la posesión, por el paradigma de la justicia. No debe pasarse por alto la emergencia y la consolidación expansiva del liberalismo económico y/o capitalismo; se produce el gran giro histórico que instaura el primado exclusivo de lo económico y, con ello, la era del homo economicus. Esta gran transformación social y económica conlleva una inversión antropológica, en cuanto determina las condiciones básicas de vida, e incide así en el diseño de una noción de hombre creado a imagen de las necesidades del mercado económico.
Esta inversión antropológica degrada al ser humano a un mero agente económico, aun propietario.
Hemos apostado por una continuación creativa de la tradición del Humanismo Crítico-ético, como tradición abierta que transmite el principio subjetividad como motor de fundación de una socialización comunitaria y convivencial, en la que cada uno vive en armonía, en paz con el prójimo y con la naturaleza.
En resumen: podríamos decir que el recurso a la tradición del Humanismo Crítico-ético es una vuelta reivindicativa al sujeto viviente; pero por ello también, al mismo tiempo, un reclamo de someter el curso de la Historia al primado de la Ética de este Humanismo del hombre que obra justicia.


Montevideo, 2006



© Sebastián Camacho Bentancur