Luz del Mundo
¡Qué bella luz irradia el Amor de Dios!
Ella penetra en lo más profundo
de la oscuridad humana,
y la vence, en el seno del mismo mal.
Esa luz de vida debe brotar
de nuestros corazones,
pues no debemos ser iluminados,
sino iluminadores.
No debemos ser ovejas; sino personas,
autónomas y críticas.
No debemos dejar nuestra suerte
en manos del destino de la resignación;
sino, tomar responsabilidad por nuestra existencia,
y transformar nuestro camino
en una vía colectiva hacia la plenitud humana.
Dios no busca que agachemos la cabeza;
sino que levantemos nuestras frentes con libertad,
y forjemos el Reino de los Cielos
en esta Tierra, y para Todos.
No debemos esperar que venga simplemente
el Reino que pedimos al rezar el Padre Nuestro;
sino, que debemos construirlo junto al Padre Celestial.
Hacer que Dios crea en nosotros, cuando vea
nuestras manos poniendo los ladrillos de la casa de Todos.
Debemos dar alegría al corazón sufriente de Dios,
ya que la realidad del mundo sigue crucificándolo,
y abofeteándolo diariamente.
¡Hagamos de nuestra vida un bálsamo,
para las heridas del Corazón Divino!
Dios solo será plenamente feliz
cuando a su corazón hayan llegado Todas y Todos
sus Hijos e Hijas: ¡absolutamente TODOS!
Buenos Aires - 2007
¡Qué bella luz irradia el Amor de Dios!
Ella penetra en lo más profundo
de la oscuridad humana,
y la vence, en el seno del mismo mal.
Esa luz de vida debe brotar
de nuestros corazones,
pues no debemos ser iluminados,
sino iluminadores.
No debemos ser ovejas; sino personas,
autónomas y críticas.
No debemos dejar nuestra suerte
en manos del destino de la resignación;
sino, tomar responsabilidad por nuestra existencia,
y transformar nuestro camino
en una vía colectiva hacia la plenitud humana.
Dios no busca que agachemos la cabeza;
sino que levantemos nuestras frentes con libertad,
y forjemos el Reino de los Cielos
en esta Tierra, y para Todos.
No debemos esperar que venga simplemente
el Reino que pedimos al rezar el Padre Nuestro;
sino, que debemos construirlo junto al Padre Celestial.
Hacer que Dios crea en nosotros, cuando vea
nuestras manos poniendo los ladrillos de la casa de Todos.
Debemos dar alegría al corazón sufriente de Dios,
ya que la realidad del mundo sigue crucificándolo,
y abofeteándolo diariamente.
¡Hagamos de nuestra vida un bálsamo,
para las heridas del Corazón Divino!
Dios solo será plenamente feliz
cuando a su corazón hayan llegado Todas y Todos
sus Hijos e Hijas: ¡absolutamente TODOS!
Buenos Aires - 2007
© Sebastián Camacho Bentancur
